domingo, 17 de febrero de 2008

El hombre solitario



Consumido en la tristeza del recuerdo de un amor, el hombre solitario dejaba pasar su vida; ciego por las lágrimas que desbordaban su rostro, dejaba de ver los destellos de luz que la vida le tendía en sus manos. Inmerso en la melancolía de un pasado, no le permitía al presente irrumpir su cotidianidad absurda; vivía con la mirada baja y perdida, con el alma amarga y apagada, llenando de pesimismo sus alrededores y perdiendo las batallas sin tan siquiera empezarlas.

El hombre solitario pensaba que la vida lo había castigado, le cobraba día a día el haberlo marginado de tener lo que él entendía por amor; pasaba las noches maldiciendo sus acciones y esculpiendo con lágrimas sus temores; temía despertar y pensar en ella, recordarla junto a él sin poder tocarla, temía olvidar su rostro, el sabor de su boca, el calor de cuerpo. la suavidad de su voz. Entonces cerraba sus ojos e imaginaba, escribía guiones fantásticos a su lado, donde toda era fantasía, culminaba planes que quedaron pendientes, limpiaba sus lágrimas en sus manos, le contaba su día, sus logros, sus frustraciones, le decía todo aquello que alguna ves guardo y no lo dijo por cobarde o simplemente no encontró el momento adecuando para hacerlo.

Pero al volver a la realidad el hombre solitario se daba cuenta que sus historias hacían más fuerte su dolor, y el tiempo se encargaba de alejarlo cada vez más de ella, de su amada, de la princesa de sus cuantos de hadas, de la causante de su desgracia. Se sentía cada vez más sólo, más aparte del mundo, no encontraba la forma de dejar atrás, de seguir viviendo, de mirarse al espejo y darse valor; respiraba por respirar, comía por comer, vivía por vivir; nunca se había visto un vivo tan muerto; su corazón asaltaba su mente y no la dejaba pensar, la sumía en una maraña de miedos e inseguridades que hacían de sus días siglos de torturas.

Cansado el hombre solitario resolvió poner fin a su agonía; tomo un papel un lápiz y escribió, lo hizo por horas, plasmo en ese papel todo lo que sentía, lo que oprimía su alma y cegaba su luz; lo escribió para ella, aunque nunca se diera cuenta que lo había hecho. Luego tomó lo que había escrito y lo quemo, como símbolo dejar atrás su sufrimiento, de dejarla atrás; decidió observar los detalles sutiles de la vida, dejar pasar a su nueva los pequeños rayos de luz que brindaba el sol, abrirse, dejarse querer nuevamente, dejar entrar a Dios en su vida y hacerlo el pilar de ella; aprendió a perdonar, a sonreir, a hacer de cada segundo un siglo de alegría. Se arriesgo a abrir su corazón nuevamente, a darse nuevas oportunidades aún sabiendo que podían volverlo a lastimar.

Fue entonces que el hombre solitario dejo de ser solitario y lleno sus días de amor, por la vida, por quienes lo rodeaban, por la naturaleza, y lo más importante por Dios. comprendío al fin, que la vida le abríanuevas puertas, que el verdadero amor no es aquel que le da la espalda, sino el que sin importar los malos momentos siempre iba a estar a su lado y más bien se iba a hacer más fuerte; entendió que la vida pone muchas pruebas y que salir avante te hace mas fuerte. Nunca dejo de pensar en aquel amor. pero ahora lo atesoraba como un buen recuerdo que lo hizo entender que después de una tormenta siempre vuelve a salir el sol.

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